La primera impresión que acontece al leer estos poemas es el gozo, la eterna vigilia donde habita el amor y el pensamiento y lo que el poeta observa al volcar su alma.
Poseedor de un tono singular y extrañamente cotidiano va desplegando el resplandor de su vuelo y el fuego de los ideales que congrega su conciencia:
“Prefiero la libertad de la ignorancia
a la condena de la avaricia”
“Hoy digo lo que digo,
pienso lo que pienso,
siento lo que siento
y jamás me arrepiento”.
Se adentra en la búsqueda de la tierra prometida en los más hondos sentimientos:
“Te esperaré
porque eres mi princesa
y mi luna llena,
te esperaré
porque
tu amor
merece la pena”.
Transita la desesperación de lo tristemente perdido:
“La humedad no es suficiente,
delicada flor silvestre
yo que no te quería
y ahora no te puedo olvidar”.
“Echo de menos cuando me odiabas
y cuando me querías,
posesiones que no son mías”.
A medida que profundizamos en su poemario Muchacho Mandanga nos invita a penetrar en el profuso universo donde amasa el pan de su “Revolución poética”.
(Escrito por María Inés Vallejos)
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